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viernes, 3 de mayo de 2024

Me quieren muerto

 La sangre te hace pariente pero el amor te hace familia, o al menos eso es lo que muchos dicen, tiene sentido para la mayoría de las personas, eso creo, sea como sea, compartir la misma sangre no constituye un antídoto contra la envidia, una vacuna contra las malas intenciones, por el contrario, muchas veces llevar la misma sangre es una invitación a la rivalidad, al ataque preventivo, al ego desmesurado que lleva a tratar de aplastar al otro antes incluso de que tenga oportunidad de surgir, aunque dicho auge no afecte en nada la vida propia, pues no, compartir la sangre no previene ninguno de estos males, ninguno de esos sentimientos tan horribles. 

Siempre fui débil de niño, intenté dejar de serlo cuando adolescente sin demasiado éxito, por eso no tuve los cojones suficientes para defender mis decisiones allá por 2009, dejé que otra persona decidiera por mí y los años venideros me hicieron, y me están haciendo, pagar las consecuencias de esa absoluta falta de valor moral, de esa excesiva permisividad y confianza para con los demás, aunque en mi defensa solo puedo decir que tenía 15 años, era casi un niño enfrentándose a la decisión de escoger una carrera universitaria que definiría mi existencia y que confiaba, maldita sea la hora, en el buen juicio y las buenas intenciones de quien me aconsejaba.

Siempre pensé que se trataba del típico caso de tratar de vivir a través de los descendientes: "lo que yo no logré, tú lo harás en mi nombre", si, tenía sentido que fuera eso, mezclado con algo de "tienes que seguir el camino de tu abuelo", obvio, desde luego; el tiempo me enseñó que no era un camino al infierno empedrado de buenas intenciones, en este caso, se trataba de una verdadera autopista construida sobre la base de la envidia, de la necesidad de anularme y del temor, ridículo por cierto, a que yo me desarrollara en donde había decidido: el derecho, ¿no era eso mi abuelo? ¿abogado?, qué curioso, ¿no? querían que siguiera sus pasos pero no su carrera, a pesar de que yo había tomado esa decisión, quisieron que fuese cualquier mierda; politólogo, filósofo, psicólogo, barrendero, pero nunca abogado y querían que me fuera a la mierda, la forma es lo de menos.

A mis 31 años y después de reflexionar mucho sobre el tema terminó siendo evidente para mi: les importaba un carajo el legado de mi abuelo; solo querían arruinarme, enviarme al desvío sabiendo que todo sería inviable y confiando en que dicho sendero terminase por extraviarme y asfixiarme; si a eso sumamos que ya para entonces era vox populi mi tendencia depresiva, mis aproximaciones al suicidio y mi inestabilidad emocional, creo que queda aún más claro: a lo mejor uno de esos días, frustrado e intolerante a esa frustración inducida, el loco Andrés corte de un tajo su propia yugular y se desangre solo y ebrio en algún cuarto de hotel, lógico, muy conveniente, sería un lindo comentario en el té de tías: "qué pena, salió mal, traté de guiarlo pero no pudo, encima de fracasado era depresivo y terminó suicidándose";si, he pensado en suicidarme muchas veces, pero mi convicción de que no todo está perdido y mi fe en que Dios abrirá otra puerta siempre me han mantenido firme, en piloto automático, pero en avance constante a pesar de los reveses. 

Le he fallado a Dios, le prometí que perdonaría a todos, le prometí que dejaría el odio de lado pero me resulta imposible, porque no se trata de un hecho pasado o aislado, se trata de una decisión que ha arruinado mi vida, que ha convertido mis años dorados en años de angustia, de frustración, de atraso, de estrecheces y, sobre todo, de culpa, porque si bien es cierto era un mocoso imberbe y hubo mala intención de por medio, la decisión finalmente fue mía y no pasa un solo día sin que no me arrepienta de ello, odio tanto a quienes me cambiaron de carrera como a mi mismo, somos coautores en el delito de malgastar 6 años de mi vida y, si no se me ocurre nada mejor, seremos también autor material e intelectual, respectivamente, de una muerte. 

¿Por qué me hicieron esto? no sé, soy un ermitaño, la mayor parte del tiempo estoy solo, no quiero liderar una familia ni competir con nadie, no quiero ganarle a nadie, solo vivir mi vida, ¿por qué querías cagarme? no lo sé, solamente tengo claro que me querías hacer daño y lo lograste, mientras escribo estas líneas, cargado de culpa y de rencor justificado, pienso en las salidas que tengo, trato de no mirar atrás, trato de enfocarme en las personas que sí me quisieron y me quieren y que de verdad me ayudaron y pienso resistir por ellos y por mi, esto no se ha terminado, aún no estoy muerto, aunque te joda, sigo vivo y sigo en mi puesto y así será hasta el último momento; si Dios quiere saldré adelante, pero los vasos rotos no se arreglan, eso si, los vidrios cortan y la sangre, en este caso, no une, pero si mancha y ahoga y no únicamente a quien la derrama.




lunes, 20 de noviembre de 2023

Cómo terminé en la música

 No me andaré con rodeos: todo fue culpa de mi papá.

Mis primeros recuerdos están atiborrados de guitarras, luces, cervezas, humo de escenario y chistes para adultos; eso era RIO en la intimidad, lo contrario a la sobreprotección materna, a la castrante dictadura teocrática de mi odiosa abuela; eso era la libertad: en el backstage, en los ensayos, en las grabaciones y en las despedidas a los viajes aprendí a amar ese tipo de vida; los niños buscan un modelo y ellos siempre fueron el mío, no obstante, pasaron muchos años (8 o 10) para que yo decidiera entrar propiamente en la música, hasta entonces era un mero espectador y pretendía seguir así, en lo laboral quería ser abogado, como mi abuelo, tener mucho dinero, lo normal para cualquier persona, creo.

En 2002, RIO viajó por primera vez a los Estados Unidos, aquello fue un acontecimiento, a pesar de las difíciles circunstancias, era una alegría, mi papá trajo muchas fotos, una pelota de beisbol, DVD's y un reproductor original; una hermosa tarde yo caminaba por la casa de Breña, escuché una canción maravillosa, me quedé observando el concierto que mi papá estaba reproduciendo - "¿quiénes son, papá?" - "es Paul Mccartney, hijito, él tenía una banda llamada The Beatles y este es el video de su última gira", lo que estábamos viendo era nada más y nada menos que "Back in the U.S." de 2002, la gira de Paul por los Estados Unidos.

No pasó mucho tiempo hasta que mi papá adquirió la colección "Anthology", la historia de The Beatles, de fines de los 90, en DVD. Mi fascinación no podía ser mayor, la beatlemanía demostraba seguir vigente décadas después de la muerte de Lennon y a miles de kilómetros de distancia de Liverpool.

Una buena tarde de Dios, en el estudio de RIO en San Borja, abrí un gabinete carcomido por las polillas, como si de un designio divino se tratase, un pequeño cancionero cayó desde lo alto, al recogerlo pude leer: "Guitarra fácil con Los Beatles, Toribio Anyarín Injante", nadie supo decirme qué hacía ahí, de quién había sido, nada de eso, simplemente apareció, fue como un mensaje de la providencia animándome a emprender un camino tan fatal como hermoso, en la soledad del estudio, me senté, abrí la página en la que explicaba cómo tocar "I feel fine" y conseguí hacer el acorde "SOL", fue un gran triunfo, a partir de entonces, no pude parar.

Los años pasaron, mi fiebre iba creciendo, un buen día, también en San Borja, mi mamá me prohibió ir a un concierto de RIO, me quedé solo, triste, viendo como partían rumbo a la aventura, en la soledad del estudio de mi abuelo con una guitarra entre las manos me prometí a mi mismo que tendría mi propia banda, que nadie me diría qué hacer, que no dependería de nadie nunca más; aquello parecía el juramento que en su día se hizo Anakin Skywalker, cuando se prometió ser el Jedi más poderoso, en retrospectiva, aquella noche también germinó en mí cierta vocación megalómana, creer que había sido elegido para un destino en especial, despreciando las evidencias que aseveraban lo contrario, no importaba, yo era torpe, débil, antisocial, enfermizo, lento, rezagado, mimado y sobreprotegido, pero, ¿qué importaba todo eso? estaba decidido a probar mi derecho al éxito o a sacrificar mi vida en el altar del poder, no tenía nada que perder, mi vida valía poco si no lograba hacer de ella lo que yo quería que fuera.

Éstas reflexiones vinieron a mi mente hace poco, me encontraba tocando en Ventanilla, mientras veía a la gente bailar empecé a recordarlo todo, lo que les he contado y más, entonces caí en la cuenta: estoy solo, tengo una banda solista, me están contratando, estoy al frente, en la silla, en el puesto de mando, soy bajista como mi papá, nunca tan bueno como él, soy cantante como mi tío Pocho, nunca jamás tan bueno como él, hago bailar y cantar a la gente, con humildad pero en lo sustancial igual que lo hacían y lo siguen haciendo ellos, al terminar, la gente me pide una foto, me invitan comida y cerveza, me tratan como si fuera famoso aunque aún no lo sea realmente, hay quien me dice que "De Nuevo 17" es su canción favorita y me pide grabar unos saludos cantando un trozo de la canción, prometen contratarme nuevamente.

Miro atrás y veo a los muchachos guardando todo, entre ellos hay algunos que son antiguos colaboradores de RIO, me vieron de niño, hoy hacen sonido y coros conmigo, ¿en qué momento ocurrió todo? no lo sé, todo ha costado tanto, ha demorado tanto, pero al mismo tiempo ha sido tan veloz, tan chocante, tan confuso; sólo sé que ya no puedo volver atrás, sé que ya he sacrificado demasiado por esto, que le di demasiada importancia a mi sueño de niño, que lo seguí con todo: por idiota, por loco, por egocéntrico; no sé a dónde me conduzca, no sé cuál es el paradero final, tal vez sea la gloria, la muerte o ambos, solo sé que no me arrepiento, solo sé que sigo tan dispuesto como el primer día a dejarlo todo, que vale la pena cada segundo, cada canción, cada sacrificio, es todo o nada.

No obstante, me gustaría poder hablar con el pequeño Andrés de 10 años, contarle que aprendió a tocar bajo, contarle que compuso canciones que le gustaron a algunas personas, contarle que hizo videos, contarle que al final tiene una banda que suena muy bien, darle un abrazo y decirle que, pase lo que pase después, estoy muy orgulloso de él, decirle que lo logramos, aunque todo terminase mañana, lo logramos, Andrés; lo lograste, solo tienes que seguir adelante, no te tomes el tiempo con el reloj de otros, es como en Kinder: salimos últimos pero siempre hacemos bien la tarea al final, solo no te detengas. 






domingo, 24 de julio de 2022

El nuevo baterista

 Eran los primeros días de clases del 2001, muchas cosas habían ocurrido en los últimos dos años tanto a nivel personal como familiar y, desde luego, como país: había pasado de vivir en un pequeño departamento en una hermosa zona de La Molina y de estudiar en un colegio grande y prestigioso a vivir en la antigua casa de la abuelastra en el populoso distrito de Breña y a estudiar en un colegio parroquial pequeño cuyos desagües estaban expuestos en el inmundo baño común, a mi corta edad había entendido que el eterno presidente Alberto Fujimori había caído y que ya no se encontraba más en el Perú, su puesto ahora era ocupado por un señor llamado Paniagua, habían habido elecciones y próximamente asumiría el nuevo mandatario elegido en las urnas, un tal Alejandro Toledo.

El trabajo de mi papá también se había visto alterado; en las postrimerías del régimen fujimorista, totalmente decidido a perpetuarse en el poder mediante una re-reelección, el gobierno había emprendido una terrorífica ofensiva musical y mediática valiéndose de la "technocumbia", todos los otros géneros musicales quedaron de lado, sin redes sociales y con la radio y la TV como únicos canales para comunicarse con su público, el ritmo de trabajo de mi padre y sus compañeros declinó de manera alarmante, pero lentamente y con optimismo las cosas estaban mejorando, dificultosamente, pero mejorando al fin.

"¿Dónde está el tío Charapa, mamá?" - "Ya no trabaja en Rio, hijo, ahora vas a conocer a tu tío Walter, el nuevo baterista del grupo"; el recordado tío "Charapa" no era el único que había desaparecido: el staff técnico, que había llegado a ser de 12 personas en los buenos días de los festivales internacionales del Cusco, ahora llegaba a duras penas a 1 técnico y 1 sonidista (entre ellos un joven estudiante de Campus, Juan Chunga, quien este 2022 cumple más de 20 años con el grupo).

Al margen de aquel brutal recorte de personal y de presencia mediática, yo podía percibir que ellos eran felices de tocar juntos, de estar juntos otra vez, una vez más y de luchar para subir la montaña de nuevo, con mucha más experiencia pero con la ilusión intacta; tal era el clima que se vivía en esa noche de domingo en los camerinos del anfiteatro del Parque de la Exposición en aquel evento que congregó a gran cantidad de asistentes y en el cuál se presentaban Rio y Sonia Morales.

No solo estaba presente el suscrito, sino todos mis hermanos, hasta el más pequeño, quien recién aprendía a caminar y hasta se animaba a correr un poco, recuerdo que en una de sus carreras se chocó contra el tío Pocho, arrancándole una sonrisa. Sonia Morales, quien era la artista principal del evento folclórico, había preferido tocar antes de Rio, terminó su presentación siendo aclamada con estrépito por su público; hubo que "ir a la guerra", esperar ansiosamente a que los músicos de Sonia Morales desarmaran sus equipos y, recién, de prisa y corriendo, armar los propios en medio de la impaciencia natural del público, así transcurrieron 20 tensos minutos de prueba de sonido improvisada y apresurada, entre tanto, la gente abandonó sus habituales ubicaciones y, dejándose llevar por la informalidad del rock y acicateada por los vasos de cerveza ingeridos, fue congregándose en las primeras filas.

Finalmente, el momento llegó: "Muy buenas noches, amigos, mil disculpas por la demora, son temas técnicos, ¿están cansados?" - preguntó mi papá al público, cuya voz retumbó en todos los monitores y parlantes obteniendo como respuesta un rotundo "no" cargado de tensión e impaciencia - "En ese caso abróchense los cinturones pues estamos a punto de hacer un pequeño viaje en el tiempo hasta 1988 cuando la banda sonaba de esta manera" - una marca seca hecha con las baquetas de madera del novel baterista dio la cuenta, seguidamente una tarola sólida y solitaria cual disparo de salida empujó a todos a empezar con el primer tema, el clásico "Lo empiezo a odiar". 

En efecto, aquello fue un viaje en el tiempo, el público, buena parte del cual pensaba que el grupo se había disuelto, vieron con incredulidad la actuación del trío acompañados del nuevo y llamativo baterista, con cada clásico interpretado con la energía de los primeros días la gente se conectó más y más con ellos, como dos amigos que se reencuentran después de tiempo y que se perdonan mutuamente la dolorosa ausencia, los recuerdos de los años 80 se agolpaban en las mentes y en los ojos vidriosos de muchos espectadores, ¿qué memorias llamarían a la puerta de sus corazones en ese momento? tal vez el primer noviazgo, quizás la primera fiesta, de repente todo eso y más junto, la montaña rusa de emociones era palpable aún para un menor de edad nacido en el cercano 1993; "Lo peor de todo" puso punto final a su presentación, siguieron las muestras de cariño, los apretones de mano, las fotos con rudimentarias cámaras digitales, los intercambios de correos electrónicos para poder hablar en el clásico "messenger" y las firmas de autógrafos en cualquier superficie que sirviera para tal efecto.

La gente ya se estaba retirando en manada y la tensión daba paso a la calma y satisfacción del reencuentro, finalmente, pude conocer al nuevo baterista, el "tío" Walter: "Ayyy, ha sido de locos..." - exclamó de forma muy simpática, su incorporación había caído como anillo al dedo, tenía lo que la banda necesitaba en ese preciso momento. El niño Andrés no podía evitar extrañar a Charapa, a Capaudaz, a Tuinqui, a Victor Hugo, a Metalero, en fin, a todos los que por una u otra razón ya no habían podido seguir trabajando en Rio, pero sin sospecharlo siquiera, ante mi tenía a un equipo que habría de acompañar a la banda durante más de 10 años en adelante, mi adolescencia sería con ellos, no podía imaginar todo lo que vendría después, creo que un niño no se plantea eso, solamente estaba feliz de verlos felices y algo apesadumbrado por tener clases al día siguiente, finalmente nos despedimos de todos, salimos a la avenida y tomamos un taxi hasta la casa, la nueva-vieja casa, no muy lejos de allí.

Todo había cambiado y yo aún no lo comprendía, el tiempo se encargaría de hacerme entender a través de todas las experiencias y aventuras que estaba a punto de vivir junto a ellos en los 20 años que siguieron tras esa noche de domingo y que, si me tienen paciencia, iré resumiendo para ustedes de la mejor manera posible siempre que pueda, eso si, de algo estoy seguro: teníamos mucho menos pero éramos mucho más felices.


Foto de "RadioProgramas" allá por 2005 o 2006, curiosamente en el Parque de la Exposición, escenario de mi relato.

jueves, 29 de julio de 2021

Jódanse.

 Mientras escribo estas líneas, un nuevo gobierno de clara filiación comunista se instala en el Perú, la izquierda caviar o progre, presa de su retórica de más de 20 años de antigüedad, apartó con malas artes a la incompetente y gelatinosa Keiko del poder. En su lugar, el establishment caviar apostó por un cuasi analfabeto en la segura creencia de poder convertirlo en un Humala 2.0: error fatal, el líder de su partido, Vladimir Cerrón, enemigo jurado de los caviares, impuso su poder y ahora se prepara para una lucha a muerte contra sus principales enemigos, sus primos limeños y blancos quienes venían tratando de encarcelarlo hacía buen tiempo.

No sé qué sucederá con mi país, estamos solos, las fuerzas armadas del Perú son un conglomerado de ladrones, violadores, abusivos y monigotes dispuestos siempre a procurarle servicios orales al gobierno del turno, es así como gustosos besaron las ojotas de Vizcarra y lo acompañaron en la innoble y cruel tarea de destruir la libertad y la economía so pretexto de "combatir" a una epidemia exigiendo además aplausos por su "heroica" labor.

Me he vuelto totalmente insensible: no lamentaré cuando los militares, los caviares y los tibios sean apresados, humillados o incluso asesinados, es más, sentiré regocijo; ya era hora de que el destino les hiciera recibir su justo precio, no merecen nada mejor tomando en cuenta la traición y la cobardía que han sido norma invariable de su accionar durante los últimos años, todos ellos tienen su cuota de responsabilidad.

No hay mal que por bien no venga, tengo fe en el país, fe en su pueblo, sé que al final nos sabremos poner de pie y salir del infierno en el cual seguramente nos convertiremos durante algún tiempo, pero sé que el sacrificio no será en vano, por fin, emergeremos purificados, depurando de nuestra sociedad a diversos elementos indeseables.

Espero que en el nuevo Perú no existan caviares, espero que todos estén muertos.

Espero que en el nuevo Perú no existan liberales blandengues o derechistas cobardes, espero que todos estén muertos.

Espero que en el nuevo Perú no existan militares matones, ladrones, cobardes y comodines, espero que todos estén muertos.

Espero que en el nuevo Perú no existan personas "buenas" e inteligentes pero que prefieren aplaudir a un gobierno nefasto solo para obtener un puesto de trabajo, espero que todos estén muertos.

Lo que sea que esté por pasar es responsabilidad suya: yo siempre planté cara, siempre señale al enemigo y siempre dije que el perdón y la reconciliación eran quimeras, yo cumplí, hice mi parte del trabajo, lo di todo y solo recibí marginación: me cerraron las puertas de los empleos, me aislaron socialmente y me hicieron callejón oscuro a nivel social, no importa, están todos a punto de recibir su merecido, es el momento, la hora de la verdad, jódanse.

"Porque siento compasión por los oprimidos es que no puedo sentirla por los opresores" - Maximiliano Robespierre.




miércoles, 14 de abril de 2021

¿Por qué Alan está muerto?

El presente post no tiene por objetivo defender o criticar las acciones de gobierno ni el suicidio del expresidente García, ese juicio le corresponde la justicia y a la historia, hoy quiero explicarles por que está muerto y qué lecciones debemos aprender.

Al empezar su segundo gobierno, Alan García pretendía cambiar el legado casi totalmente negativo de su primera administración; sabiéndose superviviente de la persecución y el descrédito al que ya había sido sometido durante casi 10 años creyó, cegado por su soberbia, que aquellos días “habían acabado” y que la democracia en el Perú era una garantía definitiva.

El país inició un asombroso crecimiento económico bajo su gobierno, la tan famosa “mermelada” para los medios de comunicación que había empezado a ser pagada por Toledo se siguió pagando y hasta se incrementó durante la administración aprista del 2006-2011. En ese contexto de falsa seguridad, de democracia frágil que aparentaba ser fuerte y de instituciones de solidez engañosa, un confiado Alan García decidió prescindir de elementos de su partido y afines, perfectamente capaces para la función pública, en favor de los caviares, así es, como lo oyen, el bondadoso presidente convocó a toda una pléyade de rojetes y parásitos, muchos de los cuales lo habían insultado, perseguido y atacado durante años pero Alan, queriendo emular a Jesucristo, dijo: “los perdono a todos en nombre del Perú”, una vez más, tomó el nombre del Perú para mal.

Es así como, nada más empezar, nos topamos con la desagradable sorpresa de tener a Pilar Mazzetti, fracasada y corrupta ministra de salud del saliente Toledo, como nueva (e incompetente) ministra del interior, de igual manera, tuvimos que tragarnos al pontífice caviar y diplomático Allan Wagner en la cartera de defensa, bajo sus alas llegó la indeseable Nuria Esparch, empleada de la corrupta Graña y Montero, asociada, como Wagner, de la ONG caviar Transparencia, esta señora de redonda e hinchada figura ocuparía el viceministerio de recursos para la defensa y, posteriormente, la presidencia ejecutiva de SERVIR. Mención aparte merece el trepador y legicida José Elice, secretario general de la PCM durante buena parte del segundo gobierno aprista; mientras escribo estas líneas, el señor Elice se dedica a perseguir surfistas, caminantes y vendedores ambulantes en su rol de ministro del interior del gobierno morado que encabeza su íntimo y ambiguo amigo Francisco Sagasti.

Los nombramientos de indeseables no pararon allí: el gobierno avanzó y el conocido comunista Yehude Simon sucedió a Jorge del Castillo al frente del gabinete. El expresidiario llegó acompañado de una singular colección de incompetentes y rojos, entre ellos, Oscar Ugarte, culpable de la carestía del oxígeno y enemigo del sector privado, Alan lo mantuvo al frente del ministerio de salud hasta el final del gobierno.

Los errores de García continuaron: amenazó con sacar al Perú del pacto de San José para así evitar que los terroristas y delincuentes se escuden en los derechos humanos para salir libres, pero no hay peor amenaza que la que no se cumple y Alan, demagogo y populista, no tenía intenciones de comerse el pleito. Fue igual con la pena de muerte, habló de ella pero jamás instruyó a su bancada a intentar una modificación constitucional para permitir que el máximo castigo se aplicara a terroristas, violadores, secuestradores y otros autores de delitos graves: más populismo y debilidad frente a sus enemigos, a quienes él creía sus nuevos amigos, estos, como los tiburones, olieron la sangre y esperaron su momento.

El dinero para las ONG’s llegó como siempre y Alan no hizo nada para cortarles el caño a través de la APCI, agencia peruana de cooperación internacional, dependiente de cancillería, dirigida durante 5 años por Joselo García Belaúnde, otro monaguillo de la ONG Transparencia y señorón de engoladas poses.

El acabose de la generosidad suicida de García llegó con “el lugar de la memoria” y “el ojo que llora”, ambos impulsados y consentidos por la segunda administración aprista; esta peligrosa obsequiosidad para con las garrapatas comunistas no fue pasada por alto por algunos allegados al presidente quienes le aconsejaron ser cauto y no confiar en esta gente: “uno no puede vivir del odio siempre, hay que perdonar, mirar hacia adelante, además, este gobierno ha sido tan exitoso que es imposible que me toquen una vez fuera del poder”, palabras de García referidas a mi por uno de sus más cercanos colaboradores.

El gobierno de Alan acabó con un satisfactorio 42% de aprobación y más temprano que tarde sus “amigos” empezaron a destruir su imagen, el gobierno de Humala lo persiguió de manera torpe pero sañuda, los medios de comunicación a los cuales había regalado millones ahora se dedicaban a mentir y perseguirlo, la media verdad era la norma, todo era válido para alabar al nuevo mandamás y lapidar al que había dejado la silla.

Ya durante el gobierno de PPK, Alan seguía sin darse cuenta de su error; celebró el infame acuerdo de paz del gobierno colombiano con las FARC en un intento de ser progre, dio su apoyo a Vizcarra, un exaprista, conocido ladrón y traidor, para que este a su vez derribara a PPK y asumiera la presidencia por lo que restaba del gobierno; una vez más Alan estaba equivocado.

Tal vez se dio cuenta de su error por fin cuando el Uruguay decidió abandonarlo a su suerte ante la presión de los caviares, así es, esos mismos a los cuales él había perdonado y alimentado en su momento en aras de la “reconciliación”, García terminó pagando con su sangre el pasaje al más allá, el único asilo posible frente a la indignidad de ser capturado cual bestia salvaje por sus ex amigos, enemigos de siempre; en la hora undécima ninguno estuvo allí para él, los fajines ya habían sido usados, los ministerios ocupados, los negocios realizados y los contactos establecidos: Alan ya no les servía para nada.

El problema ahora lo tiene el Perú: entre 2006 y 2011 tuvimos una oportunidad de oro para extirpar al cáncer caviar del país y de su estado, pero fue desperdiciada en nombre de una utópica convivencia pacífica, la sangre de Alan García debe servirnos para aprender una lección vital: “perdonar es para cojudos”, los caviares no son nuestros “adversarios”, son nuestros enemigos, enemigos del Perú que merecen la peor de las muertes en el más breve plazo posible, con los caviares no se trata, a los caviares se les mata y, de ser necesario, también a sus familias, la piedad, compañeros, ha dejado de ser una virtud para convertirse en una mácula fatal de la cual es preciso emanciparse.




miércoles, 3 de marzo de 2021

Luis Alberto Sánchez, el ceviche de San Borja y yo.

Mi interés por el APRA empezó incluso antes de mi nacimiento: mi abuelo fue aprista desde su juventud, participó en la gloriosa revolución de 1948 en contra de la naciente tiranía militar (valga la redundancia) de Odría, pagó con prisión su actitud revolucionaria. Más adelante, logró ocupar cargos de elección popular y de confianza; diputado, constituyente, viceministro, secretario general de la PCM, entre otros, era un aprista de base pero de excepcional cultura y carácter, una casta extraña: vasco por un lado y xauxa por el otro, ambas estirpes sumamente improbables estadísticamente y ariscas por naturaleza, en la finca de su familia, ocupada durante siglos por la misma, en Tingo Paccha, yacen dos soldados chilenos que se aventuraron a entrar a los predios del Galarza de aquel entonces (probablemente el abuelo de mi abuelo), la familia les dio muerte y los enterró bajo el suelo del armario en donde hasta ahora duermen, tan lejos de Santiago o Valparaíso, así somos de propensos a la violencia cuando nos subleva la injusticia.

Mi abuelo murió cuando yo era aún muy joven, por no decir púber. Pasados los años, desarrollé más interés y preguntas que la muerte me impedía hacerle, salvo que recurriera a la ouija o a algún mecanismo similar, sin embargo, en el marco de dicha frustración, me topé con la obra escrita y grabada (en vídeo y audio) de uno de los mentores de mi abuelo y líder del APRA, Luis Alberto Sánchez quien, en adelante, se convirtió en mi compañía en los ratos de ocio.

Mi obsesión y afán por saber más de LAS llegó a extremos: decidí visitar su tumba con su libro "Valdelomar o la belle epoque". Sabía que estaba enterrado en el cementerio de La Molina, un taxi me habría cobrado horrores por llegar, decidí entonces hacer un regateo faustiano con mi amiga La Vieja, residente en San Borja y avezada conductora para ir - "¿por qué chucha vamos a un cementerio...tienes problemas?" me dijo - "tu solo conduce...además, pagaré la gasolina y saliendo te invito un ceviche antes de recoger mi bici de tu casa...".

Llegamos, tras una breve y eficaz orientación de parte de las autoridades del camposanto y una extenuante caminata, pudimos por fin hallar la tumba de LAS. Me arrodillé, recé, puse el libro al lado de su lápida y pensé en todas las veces en las cuales le había escuchado, en la intensa seguridad que celosamente le cuidó cuando fue vicepresidente y primer ministro en los tiempos de Sendero Luminoso, ya no hacía falta más blindaje: el maestro yacía tranquilo en aquel lugar hermoso, sereno, consecuencia natural de su sabiduría, de nada valían ya los chalecos anti-balas ni las armas, ni los cristales reforzados, no, ni la dictadura ni la subversión pudieron arrancarlo de nosotros: solo el tiempo.

Salí de ahí conmovido, no hasta las lágrimas, pero si psíquicamente: había estado cerca a LAS, o a sus restos, cuando menos. No estoy seguro de qué forma precisa tenga el "más allá", solo sé que la vida no se termina aquí, sé que en algún momento todos vamos a comparecer ante la eternidad; espero poder ser digno de volver a hablar con mi abuelo, espero estar a la altura del desafío y poder tomar un whisky con Luis Alberto, llegará, yo sé, llegará el tiempo.





lunes, 30 de noviembre de 2020

Te falta un cantante.

El arte es el reino de lo subjetivo, de lo relativo, eso es lo único cierto en ello, podemos determinar si un cantante es afinado o no, si la batería está en el tiempo, podemos saber el compás, la clave, todo lo que sea matemáticamente medible es irrefutable en la música, pero el gusto, el sentimiento y la pasión constituyen una fuerza impredecible e incluso mágica.

Dicho esto, me veo en la obligación de contar lo siguiente: a mediados de 2019, fui contratado junto con mis turiferarios para brindar un show en un bar muy lindo en el centro de Lima, recientemente inaugurado, la promoción en redes fue intensa y nominalmente exitosa, sin embargo, eso no se vio reflejado en la asistencia; a duras penas llegamos a la mitad del aforo, pero bueno, así son las cosas.

El show transcurrió sin contratiempos, lo hicimos bien, con algunos disparates propios del rock, pero en general, fue un buen show, era aún más meritoria nuestra tarea porque la audiencia estaba diezmada por algún motivo, pero salimos al ruedo y les rompimos el poto.

Aparte de los habituales "covers", sonaron "no lo puedo dejar atrás", "dime por qué" y "no hay solución", profusamente aplaudidas por el respetable, fue, en resumen, un concierto de rock en toda regla. El final llegó con el clásico techno pop "estrechez de corazón", obra del genio Jorge González, uno de los mejores hijos de Santiago, uno de los chilenos más universales.

Bajamos del escenario, muchas personas se acercaron a conversar amigablemente, estrechamos las manos, nos confundimos en abrazos, yo no podía dejar de estar agradecido por su generosidad, avancé hacia la caja para cobrar el "bolo", en el camino, fui abordado por un individuo pequeño, educado y animoso - "amigo...buen show..." - me dijo - "muchas gracias, compañero" - respondí.

Me dispuse a seguir mi camino cuando de pronto el extraño prosiguió de manera ineluctable la conversación: "de verdad tienen talento...pero hay algo que falta...¿sabes qué les falta?" - me sentí sumamente intrigado y respondí - "¿qué nos falta?" - "a ustedes les falta un cantante".

No supe si reír o llorar, me incliné por lo primero, yo era el cantante y este señor tenía el cuajo de decirme que yo era un absoluto incompetente en mi cara, acto seguido, el hombre continuó su alocución con un argumento que clarificó todo.

"Yo soy cantante, sé de música, de verdad, me encantaría hacer algo con ustedes, tengo la capacidad necesaria para dirigirlos..." - el alma me volvió al cuerpo, se trataba de un oportunista pueblerino, su opinión no nacía de la objetividad, sino del instinto parasitario; me retiré agradeciendo el ofrecimiento argumentando la urgencia que tenía por cobrar el pago del concierto, tomamos unas chelas, nos fuimos a casa, todo acabó sin novedad, me fui a la cama escuchando algún documental de History Channel y sonriendo con satisfacción, recordando a aquel atrevido señor y su descabellada propuesta.